lunes, 19 de octubre de 2009

Mi sueño es jugar las eliminatorias de un mundial

“Qué carajo tengo que hacer para clasificarnos a Sudáfrica?”, a Diego se lo notaba nervioso, su pierna no dejaba de moverse de arriba hacia abajo a gran velocidad como si estuviera marcando el ritmo de alguno de su temas preferidos, las uñas ya eran prácticamente cosa del pasado y las arrugas en su rostro habían aparecido con la rapidez que Zulma Lobato llegó a la fama.

“Te falta alguien en la lista contra Uruguay”, dijo la bruja, o mejor dicho la adivina (el término bruja no le quedaba muy bien ya que Leticia era una mujer bastante bonita gracias a la colaboración de una innumerable cantidad de operaciones en sus labios, pómulos, senos y, la más importante, en la nariz dado que la ñata larga y sifonera con la que nació hacía que el sobrenombre de “bruja” le quedara pintado).

“Quién me falta??? Riquelme ya me dijo que no, Fuertes está lesionado, Di Stefano y Rifourcat se retiraron, el Lalo y el Hugo andan vagos y Fabbiani no logra escupir el fitito que se tragó, de quién estás hablando?”.

“Tito Fornieles, tenés que llamar a Tito Fornieles”.

“Tito Forniqué??? Dónde juega ese???”.

Diego estaba enojado, en estos escasos partidos como DT de la selección ya había convocado a 856 jugadores del fútbol local y a 3456 del extranjero, pero a Tito Fornieles no lo conocía, inmediatamente fue que se dispuso a llamar a Bilardo para despedirlo por incompetente cuando la ex bruja ahora adivina siguió con la explicación:
“No juega, o sea sí juega, en Italia, o sea no en Italia, en la Avenida Italia, por la zona del Tigre, los domingos, o sea un domingo por mes cuando la borrachera del sábado lo deja levantarse, en definitiva, no es un gran jugador ni mucho menos, o sea, es grande porque ya está entre los cuarenta y largos, pero no es jugador lo que se llama jugador, pero eso no importa, lo que importa acá es que es un tipo con suerte, con muchísima suerte, dale 10…15 minutos y te lleva al mundial. A vos, a los 23 jugadores, al preparador físico, al ayudante de campo, al utilero, al kinesiólogo y a las valijas, ya que de lunes a viernes trabaja de maletero en el hotel Esplendor del microcentro porteño. Haceme caso, el tipo este gana todo lo que juega, hasta es capaz de ganarle a Martín Fierro jugando al truco”.

“Vos le tomaste la leche al gato? No puedo, es un papelón”.

“Papelón es que vaya Ecuador y no la Argentina, eso es papelón, haceme caso, llamalo a Tito”.

No hubo más nada que hablar, la señora se levantó y dejó a Diego y sus tatuajes solos para que mastiquen el tema, ni siquiera le dejó el teléfono de Tito, así que Diego no tuvo más remedio que pararse, bajar la cabeza y caminar hacia el ciber más cercano, para buscarlo en Facebook y agregarlo. No pasaron más de dos minutos que Tito había aceptado a un nuevo amigo de la web, a un nuevo amigo llamado nada más y nada menos que Diego Armando Maradona. Como si supiese que el destino le estaba jugando el mejor partido de su vida. O el peor partido de su vida.

El primer paso ya estaba dado, ahora lo que faltaba era la parte más dificil: convencerlo. El 10 odiaba el msn del facebook dado que su lentitud lo hacía recordar a Riquelme, así que sólo lo utilizó para pedirle el número de celular y le mando un mensaje de texto:

“El Chpu Braña tine la últma clse de Cstura y Confcción cn la sbrina de Librtad Lamarque y no pde estr cntra ls urugys, en su reemplzo vas a tar vos pibe”

“Pibe ls plotas, a mi trtame con rspeto mleducdo d mrda”.

La respuesta de Tito hizo transpirar más a Diego que sólo deseaba cortarle las piernas, hacer un licuado con ellas, servirlo en un vaso y mandárselo a Blatter para su cumpleaños. Pero otra vez dejó de lado su soberbia y no dijo ni una palabra. Tito Fornieles había dado el sí.

Más rápido de lo que corre el Galgo Gutiérrez la noticia ya estaba esparcida en todos los medios bajo los titulares de:
“Maradona está más perdido que sordo en tiroteo, esta vez llamó a Tito Fornieles”
“La mano que nos hizo ganarle a los ingleses es la misma que nos quiere dejar afuera del mundial, ahora Diego anotó a Tito Fornieles entre los concentrados contra Uruguay”.
“Quién sos Tito Fornieles? El que te engrampás a Dalma?”
La mayoria de los medios se la agarraron con Diego, otros como Clarin y TN fueron más injustos con Tito:
“Fornieles, testaferro de los Kirchner?”

Y llegó la conferencia de prensa, Maradona tuvo que dar explicaciones sobre esta nueva convocatoria y sólo atinó a decir:
“De un golpe salí de Fiorito y fui a parar a la cima del universo y allí me las tuve que arreglar yo solo, además Claudio Paul Caniggia es extremadamente rápido, tiene la capacidad de colocarle un supositorio a una liebre corriendo y reconozco que la noche me gusta, pero nos gusta a todos, eh. Especialmente a los que jugamos al fútbol porque tenemos mucha facilidad de movimientos con el propio cuerpo y eso nos hace muy buenos danzarines. Ese es el fundamento por el cual a los jugadores de fútbol nos gusta la noche y el baile. Pase lo que pase, dirija quién dirija, todo el mundo sabe que la camiseta número 10 de la selección seguirá siendo mía. Ah, y no estoy en contra de los homosexuales. Me parece bien que existan, porque de esa manera dejan más mujeres libres para los que somos machos de verdad. Y para finalizar quiero decirle a todos que yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.

Estaba claro, el ex jugador del Napoli no sabía qué decir. Y Tito Fornieles menos, por eso tampoco habló, sólo llamó a su madre para contarle lo que estaba sucediendo a lo que ella intrigada preguntó si lo habían convocado gracias a alguna de esas promos que juntando tres tapitas de alguna gaseosa te llevaban a jugar un partido con tus ídolos de la selección. Tito no respondió, le mandó un beso como todos los días y calló. No volvió a atender el teléfono, ni siquiera aceptó más amigos en el Facebook porque estaba seguro que toda esa gente lo agregaba por conveniencia y él no podía permitir que una nueva amistad comience si había desconfianza en alguna de las dos partes. En este caso, de su parte.
Igual Tito seguía tranquilo, soñando con ese momento como lo soñaron más de una vez millones de argentinos y teniendo claro que iba a tener no más de 10…15 minutos para demostrar por qué estaba ahí. Necesitaba aprovechar cada oportunidad que se le presente. Tocaba la primera pelota y debía apuntar al arco, que seguramente se iba a clavar en el ángulo esté a 20, 30 o 40 metros, que en los corners tenía que subir a cabecear porque la pelota como imán iba a llegar a su cabeza para clavarla junto al palo mas lejano del arquero, que si no podía girar para encarar hacia el arco sólo tenía que atinar a levantar la pelota y tirar una chilena que entraba seguro, porque así lo había imaginado la bruja más bien adivina. Y lo más importante, porque así lo había imaginando Tito desde los 9 años.

14 de octubre de 2009, 18,48 hs, Estadio Centenario de Montevideo, los equipos salen a la cancha.
Sergio Romero; Nicolás Otamendi, Rolando Schiavi, Martín Demichelis y Gabriel Heinze; Jonás Gutiérrez, Javier Mascherano, Juan Sebastián Verón y Angel Di María; Lionel Messi y Gonzalo Higuaín. DT: Diego Maradona.
Y en el banco él, en el banco Alberto “Tito” Fornieles esperando su oportunidad
El seleccionado entró a la cancha y Tito fue a parar a los relevos, inmediatamente jugadores de la talla de Heinze, Enzo Pérez, Messi y Tevez se acercaron para abrazarlo ya que estaban felices porque la gente había dejado de disparar contra ellos gracias a que ahora todos los cañones llenos de bronca y decepción estaban apuntando a Fornieles.
Llegó el momento, el cronómetro se puso en marcha y el seleccionado, con pico, pala y once obreros, construía el camino que nos dejaba en el Mundial. El seleccionado se puso el overol y transpiró, consciente de sus limitaciones, o de sus dificultades para sacarle más jugo al potencial que tiene.
El clásico rioplatense se encaminaba derecho a un 0-0 cuando el destino se puso definitivamente de nuestro lado.
Diego miró al banco y miró a Bolatti, luego miró a Bilardo, viejo cabulero como los que ya no quedan que lo insultó con la mirada, así que no tuvo más remedio que cambiar el destino de la mirada para observar a Tito, pero volvió a mirar a Bolatti, volvió a mirar a Bilardo que ya estaba por explotar y tuvo que volver a mirar a Tito para que, titubeando, le diga:
“Dale pibe, entrás”

“Ya te lo dije por mensje de texto el otro día: Pibe ls plotas, a mi trtame con rspeto mleducdo d mrda”.

Y Diego otra vez dejó de lado su soberbia y no dijo ni una palabra, sólo llamó al juez de línea para pedir el cambio.
La clasificación estaba cerca, solo era cuestión de que Fornieles tocara la pelota y la mande a guardar. Y en eso estaba, foul a Messi, vino el tiro libre de Verón, la jugada se ensució dentro del área y, en una maraña de piernas la pelota llegó a Tito, tranquila, como un caracol que mira vidrieras, así que él se acomodó, cerró los ojos y le dió de lleno a la pelota. Perdón, al palo. Le dió de lleno al palo. Triple fractura de cúbito y radio con rotura de ligamentos cruzados. Y el palo, ni un rasguño.
Después lo reemplazó Bolatti y lo que viene es historia conocida. El partido se apagó, el Centenario terminó de enmudecer y la Argentina va a Sudáfrica por más que su campaña dio más para la pesadilla que para soñar despierto. La misión estaba cumplida, lo que nunca sabremos es si la bruja tuvo algo que ver. O mejor dicho, si Tito tuvo algo que ver. Nunca más se supo nada de ellos, dicen por ahí que entablaron una relación más allá de lo que podían decir los astros, se enamoraron y se fueron juntos a recorrer el mundo con los 567.890 dolares que se hizo la mal llamada bruja en su trabajo para la AFA y los 237.435 pesos que Tito ganó en el Bingo Lavalle.

Y así parece que termina la historia. Tito cumplió el sueño de jugar una eliminatoria del mundial. Los argentinos de estar en Sudáfrica 2010, Maradona de consagrarse como técnico y todos los periodistas de poder contarle alguna vez a sus nietos lo que sucedió aquel 14 de octubre del año 2009. No, no lo digo por lo que sucedió con Tito, eso no es gran cosa, simplemente una linda anécdota que se perderá en menos que canta un gallo, yo hablaba de poder contarle alguna vez a sus nietos que se la chuparon y se la siguieron chupando al mejor jugador de todos los tiempos.

miércoles, 10 de junio de 2009

Las angostas, lúgubres, silenciosas, oscuras, sombrías, tétricas y misteriosas calles del cementerio de la Recoleta

Los que solemos deambular por las angostas, lúgubres, silenciosas, oscuras, sombrías, tétricas y misteriosas calles del cementerio de la Recoleta sabemos lo que eso significa.
Sinceramente, yo deambulo por ahí bastante seguido y ni idea lo que eso significa, pero me gustaba cómo empezaba la historia porque le daba como un tono cementerístico, así que vamos a dejarla como está y a seguir, porque son muchas las historias que esconde este triste atribulado, pesaroso, mohíno, mustio, taciturno y compungido lugar donde va la gente que alguna vez se consideró imprescindible.

Y sí, el cementerio esconde todo eso y yo, mi diccionario de sinónimos que le hace creer al mundo que soy un gran escritor. Pero no, sólo soy un inocente, ingenuo, incauto, crédulo, simplón niño que quiere contarles algo que le pasó, para no decir que soy un necio, estúpido, bobo, ganso, tonto, memo, soso, zoquete, majadero y mentecato señor que es básico al usar las palabras y que no sabe cómo empezar la historia que, en algún momento tiene que empezar, porque ya escribí como veinte renglones y no dije absolutamente nada sobre lo que me pasó.
En verdad, son muchas las cosas que me pasaron. Porque son muchas las veces que voy. Disfruto estar ahí. De visita nomás, claro. No sé, me hace sentir vivo. Aunque más vivo que yo, y más ocurrente que mis desastrosos, catastróficos, calamitosos, desgraciados, trágicos y siniestros chistes, es aquel desubicado que pintó en la puerta del cementerio un graffiti que pronunciaba la frase “entrá si querés, salí si podés”. O el que puso en la puerta de una bóveda, en medio de un entierro un cartelito que decía: “abierto por duelo”. Y por qué no aquel maravilloso actor como Franco Mendiguzzi que inmortalizó su carrera con una frase en su tumba que describía a su persona perfectamente:

“Aquí yace Mendiguzzi, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace muy bien.“

O como el señor Altraburzi, que dejó asentada en una placa cómo fue la convivencia con su mujer durante 53 hermosos años:

“Aquí descansa mi querida esposa Mabel, Señor recíbela con la misma alegría con que yo te la mando.”

Así, podría pasarme horas contándoles anécdotas que me sucedieron mientras caminaba por esas angostas, lúgubres, silenciosas, oscuras, sombrías, tétricas y misteriosas calles del cementerio de Recoleta, que todos sabemos lo que significa, bah, que sinceramente nadie sabe lo que significa pero queda bien.
Por eso retiro el saquito de té de la taza, lo escurro con la cuchara, lo apoyo en el plato, revuelvo, pienso, y recuerdo aquella vez en la que un francés me preguntó si en éste cementerio descansaba Perón y lo primero que se me ocurrió contestarle fue: “Perón sí, pero sus manos estaban aburridas asi que salieron a divertirse por ahi”

El señor no se rió, no sé si no está familiarizado con la historia, si lo está y no entendió el castellano o si mis chistes ácidos de cementerios están muriendo de un accidente cardiovascular severo.

Y seguí pensando. Y seguí poniéndole cucharadas de azúcar a un té que sólo tenía gusto a té y recordé, fue cerca del mausoleo de Domingo Faustino Sarmiento, casi llegando al paredón de la calle Vicente López, donde me encontré con la hermosa, bella, galena, perfecta, encantadora, atractiva, preciosa y guapa escultura de una mujer. Junto a ella, un perro. Lo sé, era una estatua, pero juro que te enamorabas. Es más, si hubiese habido menos gente creo que la besaba. Y si no la hubiese visto días atrás en la revista Pronto hubiese creído que era Nicole Neumann con alguno de sus 7.567.865 perros. Y nada que ver con esto, pero si no hubiese sido que la vi hace poco en “La vérité”, creería que Brigitte Bardot nunca estuvo buena y siempre fue una vieja loca rodeada de animales.
Volviendo al tema que nos interesa, bah, que a nadie le interesa pero es parte de lo que estoy contando, es que la historia de la señorita de la estatua es una de las más famosas del cementerio. Unos dicen que se marchó de luna de miel y ella, junto a su esposo, murieron. Si es así como se comenta, no entiendo bien qué hace el perro ahí, habla muy mal del marido, no sé, nos hace pensar que el tipo era un arrastrado de mierda.

Yo quería llegar a la verdad y seguí investigando. Averigué, indagué, busqué, rebusqué, examiné, sondeé, rastreé, exploré y por fin googlé. Decía algo así como que había sido una vedette de Sofovich, allá por los sesentas, y un fan de ella, al verla salir de uno de los teatros sobre la Avenida Corrientes, le largó su perro entrenado para que le dé un mordisco en la tirita del corpiño, se le caiga y se le vea todo, de esta manera, él le sacaba fotos y después con las pruebas ir y decirle “O se las vendo a Rial o me hacés un service completo"
Pero parece ser que el perro no estaba muy bien entrenado, porque en vez de saltarle al corpiño, le saltó a la yugular y bue, ese es el final del cuento. Así que ahí la ven, al perro y a ella, juntos y felices, sin rencor alguno.
Y el flaco también fue feliz, porque se hizo millonario vendiendo las fotos de ella desangrándose a Crónica, que pagó mucho más que lo que hubiese pagado Rial por una foto de medio pezón.

Sinceramente, no se a quién creerle, porque habiendo tanto mentiroso, embustero, exagerado, mendaz, chismoso, engañador y calumniador en este mundo hace que, googlear cosas, ya deje de ser algo fehacientemente real, veraz, cierto, auténtico, verídico y fidedigno.

Y con tanta azúcar en mi té me fui engolosinando y seguí pensando. Y seguí recordando. Como aquella ocasión en que sorprendí a una señora pateando el ataúd de su marido mientras gritaba: “Hijo de puta, hijo de puta, quién va a pagar ahora las expensas? Quién va a pagar la lipo que me habias prometido?”
O aquel día en que me escabullí entre los turistas para escuchar a un guía que, mientras señalaba una pequeña y fría tumba, contaba la terrible historia de Francisco Vasallo Arguello.
Narran las malas lenguas que, allá por 1907 y horas más tarde de haber fallecido Don Francisco Vasallo Arguello, víctima de una aceituna que no fue masticada correctamente, un pájaro nunca visto antes, dado su color, forma y piar, se posó en su tumba.

Fue ahí, mientras el guía relataba la historia, cuando lo vi, mejor dicho, cuando lo escuché…Uajaaaaaaaá Uajaaaaaaaaá…era él, el mismísimo pájaro, el mismísimo pájaro de la muerte, posado en el hombro de un ancianito de gorra que venía en su vieja bicicleta (supongo que vieja porque hacia criiic criiiiiiiiiic criiiiic) …pará … un momento…no… no puede ser… el ancianito … era …era… sí…era…Don Francisco Vasallo Arguello. Fue por la foto que adornaba su tumba que lo reconocí y así, depués de pasar frente a nosotros sin siquiera relojearnos, se perdió con su bicicleta por esas angostas, lúgubres, silenciosas, oscuras, sombrías, tétricas y misteriosas calles del cementerio de la Recoleta, mientras desde su hombro se escuchaba el Uajaaaaaá Uajaaaaaá que lograba asustar a Drácula, Frankenstein y hasta al Cholo Simeone en su época de caudillo de la selección.
Así fue. Así fue que tuve miedo, por eso les suplico que a partir de ahora no lo nombren, porque la leyenda cuenta que si lo nombrás, cuando menos te lo esUajaaaaaaaaaaaaá ... Uajaaaaaaaaaaaaá ... Uajaaaaaaaaáperes, aparece, y ahí no hay tu tía, te acechará hasta llevarte con él a la tumba.
Pero yo no soy supersticioso, así que lo nombré y lo nombré, hasta que un día, al llegar al trabajo, lo vi ahí, posado en mi ventana. Y ahí se quedó. Semanas, meses, años. Hasta que fue tanto lo que me escuchó nombrarlo y nombrarlo, que se puso contento porque lo promocioné un montón y logró ser reconocido a nivel mundial. Y me perdonó. Y me agradeció. Y partió a lo del viejito cascarrabias de acá a la vuelta que ahora descansa en paz. En Gral Paz. En un mísero, paupérrimo, desgraciado, mezquino e insignificante cementerio de por allá, porque la verdad, la verdad, que muy buen tipo no era, es más, era un sorete de persona, así que debe estar lejos del paraíso, seguramente jugando al paddle en el infierno, con Saddam Hussein, Hitler y la Momia Negra de Titanes en el Ring.

Y se me acabó el té, pero no los bizcochitos de grasa. Y comí uno, dos, los saboreé, tres, cuatro, con el quinto recordé aquel día en el que, al pasar por una bóveda, vi dentro de ella un Lysoform en aerosol, un Blem para pisos y un Mr. Músculo limpiavidrios. Y fue ahí donde se me acercó un señor que andaba sacando prolijamente las telarañas de una tumba para decirme: “La conocés a Nelly?”

Yo negué con la cabeza. Y él siguió.

Nelly, es aquella, la doña de la foto, empezó limpiando la casa de Remedios de Escalada, después fue ama de llaves de familia aristocráticas como los Oromi Anzaldi, los Blaquier Anchorena y los Gimenez Zapiola. Era única, lo que tocaba lo dejaba brillante. Al morir, allá por el año 87, todos pensaban que se había perdido a una auténtica ama de casa, pero no, ella siguió con sus obligaciones...

El caballero siguió con la historia, bastante absurda por cierto, para no decir incoherente, descabellada, disparatada, ilógica e irracional. Parece que Nelly, después de muerta, siempre se las rebuscaba para salir a comprar más productos de limpieza cuando se quedaba sin, y ojo, no compraba el Magistral que duraba como 76457864578456 veces más, no, no, a ella le encantaba salir de compras así que siempre trataba de llevarse segundas marcas para que le duren menos y así, salir más.
Claro, ahí fue que entendí la placa que estaba amurada a su bóveda y decía: "Del polvo venimos y en polvo se convertirán los mugrosos de mierda".


Y seguí con los bizcochitos. Seis, siete, ocho, nueve. Pensé. Y recordé. Recordé que cuando como muchos bizcochitos de grasa me caen mal. Exageradamente mal. Y si los mezclo con té, peor. Y me asusté mucho. Y temí por mi vida. Y, mientras me retorcía por el piso del dolor juré y le supliqué a Dios que, si el dolor pasaba y yo sobrevivía, no iba a hablar más de pájaros raros, nellys, estatuas de mujeres lindas con perros, tumbas ni bóvedas. Y el de arriba me escuchó. El del piso de arriba, porque era terrible lo que gritaba del sufrimiento. Pero mucho más arriba parece que también, porque a medida que fueron pasando los minutos me fui sintiendo mucho mejor. Y me relajé. Y crei que lo mejor iba a ser salir a relajarme, a caminar un poco, así que agarré mi diccionario de sinónimos, lo acomodé bajo el brazo y partí a deambular por las angostas, lúgubres, silenciosas, oscuras, sombrías, tétricas y misteriosas calles del cementerio de la Recoleta. Porque yo a la muerte no le tengo miedo ya que tengo la seguridad que, mientras yo siga vivo, ella no va a estar y cuando ella llegue, yo ya me habré ido.

viernes, 13 de febrero de 2009

Ventajas y desventajas de salir con un mimo

Guillermo Mimo. Así lo presentaba su tarjeta personal, que de por sí bastante pelotuda era, blanca con letras negras y en la O de Mimo descubrías una carita sonriente muy berreta.

Disculpen si alguno es mimo, pero siempre me cayeron mal los mimos. No sé, serán las caras exageradas que hacen o es que me dan un poco de asquito al ver cómo les queda el acné y los poros de la piel con esa crema blanca que se ponen.
Pero Paula no pensaba lo mismo que yo.
Ella amaba los mimos, tenía una obsesión con ellos, una especie de fetiche.
Plaza Francia eran una visita obligada todos los domingos, y no para ver a los malabaristas, tangueros, tarotistas o a su Tía Clotilde, que habia sido enterrada meses atrás en el cementerio aledaño luego de haberse suicidado, deprimida al descubrir que José Luis Alfredo era hermano de María Angélica en la telenovela de las tres de la tarde y que eso les impediría casarse y tener hijos ya que lamentablemente, al llevar dentro de sus venas la misma sangre, habría altas probabilidades de que el niño venga fallado, como Homero Simpson, Pipo Cipolatti, o Néstor Kirchner.
No, no era absolutamente nada de eso, si Paula iba a Recoleta era exclusivamente para ver a los mimos. Ella llegaba, sacaba la lona, los sanguchitos de fiambrín, el paté, alguna bebida cola, me decía que vaya a dar una vuelta y se sentaba a disfrutarlos durante horas.
Más tarde, cuando el sol se iba, ella se iba con él, pero antes dejaba en el gorro mugriento sus buenos billetes (una vez la vi dejar un billete de dos pesos y, adentro escondido, uno de cincuenta).

Meses después terminé con ella, no por eso justamente, sino por aquello que suelen llamar “conexión entre las partes”. Yo estaba en 110v y ella en 220v y no había transformador que pueda arreglarlo.
Al tiempo de aquella ruptura (dos horas cuarenta más tarde para ser más exactos) me vengo a enterar por terceros (el del tercero B) que ella ya estaba saliendo con alguien.
Uno siempre quiere compararse con la nueva pareja de su ex así que pregunté, y averigué. No tenía ni mi metro 82, ni mis ojos color miel. Tampoco mi trabajo de gerente en la fábrica de plásticos, ni mi romanticismo. Ni que hablar de mi lunar en la espalda, mi verruga en el talón, mi banderín del glorioso San Lorenzo de Almagro y mi colección de cajas de fósforos.
No tenía nada de eso, pero tenía algo que Paula amaba. Era mimo. La hija de mil recontra señora del trabajo más antiguo del mundo se había enganchado con Guille, el mimo de Plaza Francia.
Y me enojé, y me tomé un Nervocalm, y me calmé, y a las 6 horas de irse el efecto me volví a enojar, y me tomé otro Nervocalm, y me volví a calmar, y pensé. Pensé mucho.
-Qué tenía él que no tuviera yo?
-Cuáles eran las ventajas y desventajas de salir con un mimo?
Y seguí pensando.
Me puse en su lugar y seguí pensando.
Y lo anoté así no me lo olvidaba:


-No mojan la tapa del inodoro, porque los mimos no mean, solo hacen que mean.
-No se tiran pedos ni eructos. Y si se los tiran, al menos son silenciosos.
-Ven fútbol, y sí, algún defecto tendrían que tener, pero al menos si ven fútbol no gritan ni putean.
-No se pasan todo el día rascándose los huevos, hacen que se los rascan.
-No se rien de todas las pendejadas que dicen su amigos, no porque no quieran sino porque el código 25346 de los mimos no se los permite.
-Piden cosas, como todos, pero como no se los escucha, las terminan buscando ellos.
-No se visten mal, porque el blanco y el negro combina siempre.
-Y lo mejor de todo es que las mujeres no nos complicamos ni paranoiqueamos, porque no podemos decirles “Ya no sos el mismo de antes”, porque siempre es el mismo de antes, exactamente el mismo.


Y entendí.
Por un momento dejé de ponerme en su lugar (la silla donde ella siempre trabajaba) y me puse en el mío (el puff donde siempre me tiro a ver tele) para seguir pensando. Y me dije: “Ojo, no está tan mal ser mimo, salís de parranda con tus amigos, volvés con lápiz labial en la ropa y al llegar a tu casa te excusás diciendo que fue practicando con el payaso la rutina del próximo show”.
Pero no, jamás podría ser mimo. Como dije antes, los odio.
Bah, odiarlos así como odiarlos no, porque me terminé enamorando de Mirta, una mujer mimo.
Con ella logré entenderme.
No habla.
No protesta.
No rompe las pelotas.
Sabe quién se casó, quién se separó, quién se volvió trola y quién se roba las uvas en el supermercado. Y no por eso llama a medio planeta para chusmeárselo.
No me incinera frente a todos mis amigos hablando de mi predilección por los temas de Abba, y de mi manera de bailarlos.
Y lo mejor de todo es que, cuando nos vamos de vacaciones, le entra todo en una simple mochila, porque siempre usa lo mismo y encima, al usar siempre lo mismo, no gasta fortunas en shopping.
Y sí, todo ese puchero de ventajas hizo que me enamore de ella apasionadamente.
Y me desenamore.
Sí. Me desenamoré. Porque al final resultó ser como el resto de las mujeres.
A los dos meses de salir juntos, cada vez que yo quería hacer el amor, a ella le dolía la cabeza.
Y, como al resto de las mujeres, no le dolía la cabeza, hacía que le dolía.