lunes, 7 de mayo de 2007

El amor es así, lo sé

“Yo también te quiero, pero sólo como amigo”.

Lo peor que me podia decir Julieta era eso. Sos el tipo más divino, más sensible, más tierno, más bueno y más todo del mundo, pero solo te quiero para contarte todos los quilombos que tengo con los tipos más hijos de puta, forros, garcas y despreciables del mundo.

Habíamos ido seis veces al cine, cinco a tomar algo (cuatro veces cerveza, una cafecito), tres al cine y a comer, cuatro sólo a comer, dos a cumpleaños y una más que no me acuerdo bien.
Bueno, sí me acuerdo, fuimos a caminar por el Rosedal. Y sí, qué tiene? Les parece grasa? Qué carajo me importa. No entienden que, cuando uno está enamorado no le importa nada y es capaz de reunir a su familia, compañeros del trabajo, ex novias, amigos de fútbol y toda la barra brava de Chacarita para gritar a los cuatro vientos: “Amo a Julieta y por ella movería cielo y tierra para que todas las mañanas pueda oler los jazmines que tanto añora… porque ella es mi sweety darling, mi honey baby, mi naranjo en flor, la amo, la amo y la recontra la amo.”


Pe..pero…te parece decir todas esas paparruchadas? De verdad, te parece? No entendés nada. Las cosas son mucho más fáciles, cada media cuadra tenés una florería y por sólo dos pesos te llevás el ramo de jazmines que tu Julieta tanto añora, no hay necesidad de decir todas esas grasadas y quedar como un paparulo.
Cuando salías con Sol ya habías mandado a Clarín Enamorados una frase abominablemente cachuda para el día de San Valentín:
“Las estrellas están enojadas con Dios, porque no las hicieron tan hermosas como te hicieron a vos. Te amo pastelito.”

Ni hablar de cuando estabas de novio con Carolina que le clavaste un pasacalles en la puerta de su trabajo, en pleno Sarmiento y Maipú que decía:
“¿Sabés que es lo más bonito de mis ojos? El reflejo de los tuyos.
Te extraño. Te amo. Te necesito Carolina Vertolotti de Maipú 700, 2 piso.”

La rajaron boludo, la rajaron. Y todas ellas te rajaron a vos. Hay que ser más hijo de puta con las mujeres, si ella te dice: “Te quiero sólo como amigo” vos respondé:
“Perfecto, garchemos como amigos entonces.”

Estoy 100% seguro que te va a decir que sí, sino le tirás un:

-Andate a la mierda forra, vos crees que a mis amigos los llevo a comer a Azul Profundo y gastó 170 mangos en dos pedacitos de pescado crudo? Sólo lo haría si me entregan a su hermana, su vieja, su abuela y hasta su bisabuela sin importame que la tengan que desenterrar. No entendés nada. El amigo o es del mismo sexo o es gay. Y si no es es gay y no es del mismo sexo, quieren sexo.

Ahí no estoy 100% seguro que te diga que si, pero al menos te vas a sacar la bronca.



De Julieta me encantaba todo. La manera de que me miraba, los hoyitos que se le hacían en los cachetes al sonreir, su pelo revoloteando contra el viento, su inteligencia, su gracia, su ternura y sus gomas, sí, sobre todo sus gomas. Eran perfectas. Y no había podido ni siquiera tocárselas con el codo. Ganas no me faltaban, pero como estaba muy enamorado preferí esperar y hacer las cosas bien. Tenía miedo de tener que volver al boliche todos los jueves, viernes y sábados. No quería más. Estaba podrido de la joda. Quería ponerme de novio como el resto de mis amigos. Y hacer programas de novios. Ir a comer en parejas, ver un dvd o simplemente quedarme cuchareando en casa. Mis amigos estaban todos de novio y ya no tenia con quien ir a bailar. Es más, antes de conocer a Julieta me había unido a tres boluditos del laburo que los usaba para no caer solo al boliche. Entraba con ellos, automáticamente me separaba y solo los buscaba ante alguna emergencia, llamese minita que únicamente me daba bola si le conseguía un flaco para su amiga (el 97% de las veces era de un 4 para abajo, pero como les dije estos flacos eran medio boluditos y no les importaba).
También me pasó una vez que, ante la desesperación, llegué a ir solo al boliche, en la cola de entrada cada tanto levantaba la mano haciendo que saludaba a alguien para no quedar como un pescado y, al entrar, me acomodé en la barra, me pedí un whisky (odio el whisky pero me daba un perfil de tipo recio y solo un tipo recio puede ir solo al boliche) y ahi me quedé. A los 10 minutos se me acercó una mujer despampanante y me preguntó qué hacía solo en un boliche, lo primero que se me ocurrió contestarle fue: “quiero invertir la plata que gané con la venta de una de mis empresas y me parece que este boliche es una buena opción, estaba sintiéndolo un poco, pensándolo, pero ya está, me decidí, vamos?”
Fácil, la cosa estaba muy fácil y, sin casi nada, podías hacer mucho, ya no se necesita más tener facha, auto, ni vestir bien, con un poco de ingenio alcanza, por ejemplo, una vez le dije a una minita “tenés hora? Por que se me paró cuando te vi” Y cayó, juro que con ese piropo burdo y para muchos “de negro cabeza” cayó, igual paren un poco, estoy contando demasiadas intimidades y el punto no era éste, el punto era que yo estaba mal, destrozado, la persona que yo pensaba que iba a ser la futura abuela de mis nietos ya no lo iba a ser porque me quería sólo como amigo.

La charla con ella había durado unos 12 minutos, pero para mi habían sido como 12 días y me quería ir. No aguantaba más. Lo que menos quería era que me vea llorando así que le di un beso en la frente y me fui.
Era tarde, llovía a cántaros y estaba en la loma del orto. Solo a mi se me ocurre salir con una mina que vive en Villa Ortúzar cuando yo vivo a dos cuadras del Obelisco. Y llovia, llovía mucho, mis lágrimas ya no me molestaban porque se perdían entre las gotas de lluvia. En la calle no nadaba un alma. Esperé una hora, dos, tres y nada. Les juro que en esas tres horas el único medio de transporte que podia pasar era el Arca de Noé. El agua me llegaba casi a las rodillas y no pensaba subir a lo de Julieta a pedirle ni el número de un remise, ni una toalla ni alojamiento. No, lo había estado pensando en las primeras dos horas de espera y no lo iba a hacer. De repente logré divisar a lo lejos un taxi. Por fin, un taxi. Nadé hasta el medio de la calle y chapoteé para que me vea. Y me vió. Y frenó. Y subí. Y bajé. En su espejito estaba colgado el banderín de Huracán. Y yo doy la vida por San Lorenzo. Al fin y al cabo cuando amás a alguien no te importa nada. Y te bancás lo que sea.

2 comentarios:

ilana dijo...

disculpa la invasión, si así la tomas... pero me divierte mucho tu manera de contar historias, y te quería felicitar.

Anónimo dijo...

Claro. Yo quería decir lo mismo que Ilana. Y aparte... "sweety darling", ¡qué combinación de palabras!