viernes, 27 de abril de 2007

Juan Achalurdi. Historia de un ascenso estrepitoso

-Me gustaría algo que encierre picardía, sabiduría, filosofía, el problema social que afecta desde hace años al país y romanticismo, si, puede ser un poco de romanticismo también?

-“Me voy por necesidad, regreso por amor.”

-Genial, cuánto es?

-cincuenta centavitos la letra…así que sería…déjeme ver…me…voy …por…nec..quince pesos con cincuenta…porque el punto, la coma y las comillas van por cuenta de la casa.

-Yo quiero una frase más aplastante, una frase que le cierre la boca a los envidiosos de siempre, vio? Esos que siempre tienen algo para decir y ese algo que van a decir jamás son palabras de aliento y de ternura…

-Pere, pere… ya está…”El que habla mal a mis espaldas, mi culo lo contempla…”

-Acá, por favor, acá…a mi me encantaría algo más aristotélico pero a su vez con mucho punch, mucho up, mucho brainstorming, mucho head & shoulders, me explico?

-Se explicó medio para el ojete pero tal vez puede ser algo así como…como…”Si querés te puedo enseñar a volar pero no creo que me puedas seguir el vuelo”.

-Estupendo.

Juan Achalurdi. Para algunos un artista de la talla de Pablo Picasso, Mark Twain o Roberto Giordano, para otros un simple vendedor de frases baratas para camiones, autos y/o colectivos.
Pero a Juan no le importaba lo que decían algunos ni lo que decían los otros, él casi que lo hacía por diversión, por hobby. El dinero era una mera formalidad porque él, con su gomería “Juan y Pinchame”, era feliz. Si lo que ganaba le alcanzaba para los bizcochitos de la mañana y para las tortitas negras de la tarde no había problema, el resto estaba de más, los billetes para él eran papeles con dibujitos de gente que jamás había conocido y que jamás iba a conocer pero que justo justo sus nombres coincidían con las calles de la ciudad donde habitaba. Sí. Sólo eso. Y solo estaba. Era un gran tipo, pero por esas cosas de la vida estaba solo. Se había comentado que una vez, hace muchos pero muchos años, un camionero había intentado sobrepasarse con él y todo terminó con el paragolpe trasero del camión de este abominable sujeto adornado con la frase:

“Ser bisexual me duplicó las chances de follar”.

Yo no puedo asegurar que fuese cierto o no. Lo único cierto es que Juan estaba solo. No sabemos si por el problemita ese con el camionero que le causó un daño psicológico irremediable o si, el poco interés por el dinero, hizo que las mujeres lo vieran como un pobre tipo, como un tipo sin anhelos y sin alhajas, en otras palabras, como un tipo al que no le podían sacar un peso.
Pero la misión de Juan Achalurdi en este mundo era otra, era alegrar calles y rutas con sus frases extraordinarias. Y eso él lo hacía muy bien.

“Yo también fui último modelo”.

“Abranse piojos, que aquí llegó el peine”.

“Si estás apurado, pása por arriba”.

"No lavo a mi auto porque quiero mucho a mi tierra".

“Lo mejor que hizo mi vieja, es el tipo que maneja”.

“No es turbo pero storbo".

"Manejo así para hacerte calentar".

"Mi nombre es Ford, mi mujer Mercedes y mi hijo es Chevrolet ".

“Si querés uno igualito, trabajá desde chiquito.”

“No vuela porque es pichón, pero sabés cómo camina?”.

*Dios está a mi lado adonde vaya, sino vuelvo es porque me quedé hablando con El.”

"Tu bocina no convierte a mi auto en helicóptero".

“El consejo de un buen padre, el éxito de un hijo.”

“www.metetelafotoenelorto.com.ar"

“Si vos me tocás la cola, yo te rompo la trompa”.

“No se llevan cargas grandes. chicas es otra cosa”.

“Si ves estas letras muy grandes, es porque estás demasiado cerca”.

“Mi otro auto es un Ferrari.”


Y esta última frase que empezó siendo picarona y jocosa, terminó siendo una frase chata y sin sentido, ya que en realidad, el otro auto de el señor de baja estatura y patillas era efectivamente un Ferrari.
Y así fue como Juan no estuvo nunca más solo. Y así fue como Juan empezó a valorar mucho más el dinero y a levantarlo en pala. Y así fue como Juan comenzó su ascenso vertiginoso. Gracias a una frase tan pedorra y tan cierta como “mi otro auto es un Ferrari” terminó vendiéndole al señor de baja estatura y patillas y a un país entero otra frase tan pedorra y tan mentirosa como “Siganme, no los voy a defraudar.”

El sabe que no fue la frase mas feliz que hizo, pero fue la frase que más feliz lo hizo.

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